Aunque decimos que esta ruta es ciclable al 100%, es el primer punto, que parte de la Villa de Medinaceli, el que puede presentar alguna dificultad para los ciclistas de carretera debido al empedrado de las calles del municipio. Una vez visitada la Villa y sus varios puntos de interés como son el Arco romano y Arco árabe, la Colegiata, el Aula Arqueológica, la Alhóndiga y los Mosaicos, damos inicio a esta ruta que nos lleva desde la Ermita del Humilladero, punto final de la anterior etapa, en dirección a Miño de Medinaceli. A tan solo 50 metros de la Ermita, se abre a nuestra derecha un sendero que cruza el monte hasta la orilla de la carretera SO-131(km 0,8). Desde ahí, continuamos paralelos a la carretera hasta llegar a la N-111 (km. 2,3). Aquí se abre un camino pedregoso en dirección noreste que cruza unos cultivos de cereal y que nos lleva hasta el Alto del Castillejo. Tras coronar, encontramos un cruce (km 3,4) en el que no nos desviaremos. A partir de aquí, el camino inicia un descenso por el fondo del Barranco del Hocino que nos lleva hasta Corvesín (km. 4,9), un pequeño y bonito pueblo deshabitado que en tiempos tuvo iglesia, cementerio e incluso un colegio y del que ahora sólo quedan sus restos, en estado de abandono.
Al salir del pueblo, encontramos un cruce a escasos 100 metros (km. 5,1). Giraremos a la derecha, continuando el camino que a 500 metros tomará dirección sureste, en dirección a la autovía. El firme mejora pasados los primeros 500 metros y, tras dejar a nuestra derecha una gravera, llegaremos a un puente por el que podemos cruzar la autovía para llegar a la parte baja de Lodares (km, 7,0), junto a la antigua N-II.
Lodares debió su importancia al hecho de contar con una posta para las caballerías, marcada hoy en día con una arcada en estado ruinoso, de espaldas a la Iglesia de Nuestra Señora de la O. Además, este pequeño municipio tiene una copiosa fuente de tres caños y pilón hecha con piedra caliza de la zona y un molino que se encuentra al otro lado de las vías del tren, situado junto a un pequeño puentecito y que hoy en día no funciona.
Saldremos de Lodares en paralelo a la N-II, dirección noroeste. Aquí se inicia uno de los tramos más bonitos de esta ruta, que discurre por una zona en la que el río Jalón se encajona entre paredes verticales. Las gargantas del Jalón se estrechan desde aquí hasta Somaén, final de nuestra ruta, ofreciendo espectaculares vistas naturales. Continuando, con precaución por el espacioso arcén de la carretera, llegaremos a un caserío que marca la llegada a Jubera, penúltimo punto de nuestro recorrido.
Jubera descansa sobre la ladera de la montaña a 945 metros de altitud y fue, en tiempos, localidad de importancia para los viajeros debido a que tenía posada y portazgo. Tanto el pueblo como su castillo, hoy en día arruinado, fueron comprados por el arzobispo de Sigüenza como lugar de descanso y asilo para los fieles en caso de guerra. El conjunto arquitectónico del municipio es digno de ser visitado, debido a la singular nobleza de sus edificios. Destaca la espaldaña de piedra roja de la fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de los Mártires.
Desde aquí, retomamos el camino por la antigua N-II hasta Somaén. La carretera discurre serpenteando por el fondo del desfiladero que el curso del Jalón ha dibujado en la piedra. El valle se va estrechando cada vez más, ofreciendo vistas cada vez más bonitas. Para llegar al final de la etapa, debemos abandonar la carretera por un puente sobre el río Jalón que nos lleva directos hasta el núcleo urbano y su famoso castillo, comprado hace unas décadas por 13.000 pesetas y rehabilitado para su uso turístico. Al abrigo de esta edificación, se fueron restaurando sus calles y edificios como segunda residencia. Hoy en día, aunque no son más que unas decenas de vecinos los que habitan el pueblo, existen varias alternativas de alojamiento debido al interés turístico del municipio. Su plaza y su barrio alto, los lugares idóneos para dar fin a esta ruta y recargar pilas para la siguiente.