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La sal: conservante, moneda y medicina

Desde tiempos inmemoriales, la sal ha sido utilizada para conservar alimentos. Este uso le otorgó un enorme valor económico y la convirtió en un elemento indispensable para los grupos humanos y las sociedades.

Se atribuye a los chinos el descubrimiento de las propiedades conservantes de esta roca comestible, aunque no existe documentación que lo confirme. Ya en el primer milenio antes de Cristo, durante la expansión fenicia por el Mediterráneo, la sal era un producto fundamental en la economía.

Gracias a su capacidad para conservar alimentos —especialmente en las salazones de pescado— se convirtió en una auténtica moneda de cambio, cumpliendo la función del dinero incluso antes de que las monedas metálicas se extendieran por el Mediterráneo. Durante siglos, la sal convivió con la moneda como forma de pago en los intercambios.

No es casualidad que la palabra salario provenga del latín salarium, en referencia a la cantidad de sal que se entregaba a los trabajadores —en particular a los legionarios romanos— como parte de su retribución. También la célebre Vía Salaria tomó su nombre de este mineral, ya que por ella llegaba la sal hasta Roma.

Además de conservante, moneda y condimento, la sal también fue valorada como medicina, gracias a las propiedades curativas del agua salada o salmuera, ampliamente utilizadas en la Antigüedad.

Las Jornadas de la Sal ganaron el premio Colodra 2022 en la categoría popular.

«Las salinas dan nombre al río Xalón, que significa salado en castellano antiguo, y que podemos ver al final de las salinas abriendo una vía de comunicación, un camino, de los más importantes de nuestra Península desde la Prehistoria más lejana hasta hoy. El mineral se continuó obteniendo durante la Edad Media. Autores musulmanes mencionan la salinidad del río y el entorno, lo que nos lleva a pensar que muy probablemente durante la ocupación islámica se extrajera sal.

En el siglo XII, poco después del otorgamiento del Fuero de la Villa de Medinaceli, hay noticias de una compra parcial de estas salinas por parte del Obispo de Sigüenza a particulares; venta que debía ser confirmada por la reina Doña Urraca. Menciona Marisa Bueno en un artículo publicado en 2012 que popularmente se conocían como salinas de Landet, y que en 1182 sus diezmos fueron cedidos al Monasterio de Santa María de Huerta por el Obispo de Sigüenza.

Situándonos ya en el siglo XIII, en 1218 Fernando III concedió a la Orden de Calatrava el derecho para sacar anualmente 2 cahíces toledanos de sal (hay autores que mencionan 12 cahíces) en las Salinas de Medinaceli. Concesión que confirma Alfonso X en una carta otorgada en Valladolid en 1255.

Mediado el siglo XV, como se menciona en la Legislación Hacendística de la Corona de Castilla en la Baja Edad Media, el rey Juan menciona las rentas que  producían, establece precios y cantidad que permite extraer y habla de “sus arrendadores” y las “dichas mis salinas” a las que denomina de “Allandete”. Así vemos como fueron propietarios la corona, la aristocracia y la iglesia.

En 1570 pertenecían al Duque de Medinaceli, momento en que las cedió ala Corona a cambio de otras prebendas. Ésta ejerció el monopolio desde que Felipe II estableció el llamado Estanco de la sal en 1564, hasta avanzado nuestro convulso siglo XIX, cuando tuvo lugar el llamado Desestanco de la sal, momento en que las salinas pasaron a manos privadas. Éstas, en concreto, fueron vendidas por el Estado en 1871 a una sociedad privada, y fueron cambiando de dueño hasta que en 1974 las adquirió su propietario actual. D. José Hernangil.

Él es su propietario desde esta fecha, pero ha estado ligado a esta explotación de carácter preindustrial desde muchos años antes, cuando en su juventud comenzó a trabajar en ella, siendo primero administrativo, luego administrador, más tarde explotador y por último propietario. Mientras, poco a poco, el mineral fue perdiendo valor y se abandonó la producción en esta mina de sal en 1994. A ello contribuyó su bajo rendimiento en relación con las salinas costeras.»

Texto de María Ángeles Serrano

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